¡Lo hemos hecho!

¡Lo hemos hecho, Antonio! ¡Hemos llegado!
  Con este grito de alegría entré al Estadio Olímpico, después de correr el XXI Maratón de Sevilla. Mi primer maratón.


Los últimos tres años ya había intentado prepararme, pero siempre surgía un impedimento que malograba mi preparación: una lesión, un problema de salud, asuntos familiares... Pero este año decidí que nada evitaría que lograra mi sueño. Si no era el maratón de Sevilla, sería el de Madrid, o el que fuese, me daba igual, pero de este año no pasaría. Y no pasó.


Elegí un entrenamiento suave de tres meses, para evitar mi facilidad de lesionarme y me propuse un tiempo razonable de 4 horas para alcanzar la meta.
Comencé con mucha ilusión, robando horas al sueño, salvando los domingos y las fiestas navideñas, para evitar molestias familiares y procurando ser lo más fiel posible al plan elegido. Poco a poco iba avanzando en el entrenamiento, aumentando la distancia semana tras semana, haciendo “largas” y acumulando kilómetros en mis piernas. Me sentía bien, mejoraba, pero hacia la mitad surgieron dudas. ¿Llevaría bien el entrenamiento? ¿Sería suficiente? Mantuve mi plan y seguí adelante venciendo estos recelos y llegando así a los últimos diez días. Yo creía que al final me encontraría fantástico, con el entrenamiento casi terminado, haciendo ya pocos kilómetros y pensando en el gran día, pero unas pequeñas molestias en mi pierna comenzaron a ponerme nervioso, dudaba, no salía a gusto a correr... “la tensión del final”, algunos compañeros me comentaron que era normal, que no me agobiara. Encontré apoyo en otros corredores, unos novatos, como yo, otros experimentados, también en los emails que recibía de mi amigo Paco de Granada, que venía también para hacer su primer maratón.


Para “arreglarlo” todo la predicción meteorológica no era nada buena, después de tres meses sin caer una gota, para el domingo del maratón daban lluvias y bajadas importantes de temperatura.


Y llegó el día, a las 6:30 de la mañana ya estaba lloviendo y hacía bastante frío, ya no pararía de llover en todo el día. Me levanté temprano y me fui para el Estadio, charlé con algunos compañeros para animarme y me preparé para ir a la salida y mojarme.


Km. 0. Salí despacio, reservando fuerzas, saludando a los compañeros que iba encontrando. Los termómetros marcaban 5º, pero la lluvia y el viento hacían que la sensación térmica fuera mucho más baja.

  Km. 2, km. 3... A los 4 km. comencé a notar calambres en un brazo, le quité importancia y pensé que sería el frío del principio, que cuando fuese entrando en calor se me iría quitando, pero de entrar en calor nada, el frío y el agua nos acompañarían toda la carrera.

  Km. 5, km 6... En el 7 me esperaban mi mujer y mi hija, el subidón me dio para 2 km más sin enterarme. ¡Lo que es el apoyo moral!

  Km. 10, km 12... El intenso frío hacía que cuando pasábamos por los avituallamientos tuviéramos que coger las botellas con ambas manos, porque nos fallaban los dedos.

  Km. 13, km 14... En el km 15 me paré unos segundos en una ambulancia de las de ayuda para que me pusieran algo de calor en los gemelos que a esta altura estaban duros como piedras.

  Km. 17, km 18... Seguía adelante, de fuerza estaba muy bien y ya me había colocado al ritmo que quería llevar durante el resto de la prueba, la lluvia ya no me molestaba tanto.

  Km. 19, km 20... El medio maratón lo pasé en 2 horas, justo mi tiempo, ahora comenzaba la segunda parte, la más dura.

  Km. 23, km 24... Antes del avituallamiento del km 25 volví a acercarme a una ambulancia para solicitar algo que me calentara las piernas. Algunos compañeros pedían guantes de látex para las manos, todos estábamos sufriendo las inclemencias del tiempo.

  Km. 26, km 27... Al final de la Av. Manuel Siurot se puso un veterano a mi lado, se presentó como Antonio y juntos seguimos adelante, apoyándonos mutuamente y comiendo kilómetros poco a poco.

  Km. 30, km 31... Mi amigo Paco me hizo una visita en el km 32, saliendo ya de Triana, para darme ánimos y hacerme una foto.

  Km. 32, km 33... Por evitar un charco casi me caigo, desde aquí ya no los esquivaba, los cruzaba directamente, al fin y al cabo ya estaba empapado.

  Km. 34, km 35... Entramos al centro de Sevilla, Av. Constitución, Plaza Nueva... llegando a La Campana Antonio “tocó el muro”, se vino abajo quejándose de dolor fuerte en una pierna y mucho cansancio. Le di una ampollita de glucosa que llevaba guardada por si me pasaba a mí. Se animó un poco y seguimos tirando.

  Km. 37, km 38... Siguen cayendo kilómetros. Algunas personas del público nos daban guantes de plástico de las gasolineras por donde pasábamos.

  Km. 39, km 40... Por fin llegamos al puente de la Barqueta, ya paladeaba la victoria, el Estadio estaba muy cerca, seguí fuerte y ahora con más ánimo, aunque el frío se había colado en mis músculos con un fuerte dolor y las piernas sólo sabían hacer una cosa: correr.

  Km. 41... Y finalmente el Estadio Olímpico al frente, hacía 4 horas que había salido de aquí.

En la puerta de acceso un cartel: km 42. Traspasamos el túnel de acceso, eufórico me lancé a la meta, pero Antonio se quedaba atrás, iba sufriendo mucho desde hacía un rato. Me paré un poco y lo esperé: “¡Vamos, Antonio, no te quedes ahora!". Y unos metros más adelante, al pasar por fin bajo el arco de la meta: “¡Lo hemos hecho, Antonio! ¡Hemos llegado!”.


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