Las normas no escritas que cualquier corredor debe seguir

Todos los deportes tienen, como dirían los gallegos, "su aquel". Pero, además, todos ellos tienen sus reglas, sus normas, algunas más complejas que otras pero que permiten a quien los practica seguir unos parámetros establecidos. A nadie se le ocurriría participar en un partido de baloncesto sin saber lo que son los pasos, los dobles o las consecuencias de estar más de 3 segundos en zona. Entonces, ¿por qué si para practicar este tipo de deportes tenemos en cuenta sus normas no lo hacemos cuándo comenzamos a correr pensando que solo es necesario ponerse unas zapatillas y salir a la calle?


El running es un deporte que se practica desde la Antigüedad, de hecho se tiene constancia de que en los primeros Juegos Olímpicos ya se incluían las carreras pedestres como modalidad de competición. Lo que poca gente tiene en cuenta es que los atletas de aquella época tenían una preparación física de lo más extensa y es que al llegar a los doce años de edad, los niños griegos comenzaban a asistir a la palestra, lugar en el que se les enseñaba a trabajar la musculación y a controlar sus nervios. Tras cuatro años de entrenamiento, con dieciséis, continuaban su formación en el gimnasio en donde se especializaban en atletismo y en el ejercicio al aire libre. Así, con 20 años llegaban al final de su formación deportiva tras ocho de preparación, lo que demuestra que los griegos ya tenían en cuenta que todo esfuerzo físico necesita de una preparación previa.


En base a esto, parece lógico pensar (de hecho, lo es) que antes de comenzar a participar en cualquier competición debemos prepararnos para ella. En este sentido es muy importante saber si efectivamente estamos capacitados a nivel físico para realizar cualquier tipo de esfuerzo. Hacerse una revisión médica y comprobar que todo está en orden debería ser nuestro punto de partida antes de comenzar a practicar cualquier disciplina deportiva. Una vez que este aspecto está comprobado, es el momento de ponerse manos a la obra y comenzar a preparar nuestro cuerpo para el ejercicio físico y es aquí donde aparece la primera de las reglas básicas que todo runner debe seguir a rajatabla: calentar. Preparar nuestros músculos de manera correcta para el trabajo y el esfuerzo que van a llevar a cabo nos evitará tener que lamentar lesiones en un futuro. Son muchos los corredores que por pereza o desconocimiento se saltan esta fase así como la de los estiramientos, lo cual es un terrible error. Si eres de los que no sabe muy bien qué tipo de ejercicios de calentamiento y estiramiento llevar a cabo aquí te dejamos unos cuantos.


Tener un fondo de armario adecuado es otra de las normas básicas. Cae de cajón que salir a correr en pantalones vaqueros no es la mejor opción pero son muchos los que ponen el primer chándal que tienen por casa y se lanzan a la calle. Lo mejor para practicar el running es optar por las mallas y las camisetas técnicas de microfibras ya que dispersan el sudor y el calor corporal que generamos al correr. Además, la roja ajustada será nuestra mejor aliada contra las tan molestas rozaduras. En la época de invierno es muy importante cubrirse la garganta con alguna prenda, ya sean las populares bragas de cuello o con una chaqueta subida hasta arriba. La cabeza, las orejas y las manos también deben ir abrigadas así que no os olvidéis de tener siempre en vuestro armario un par de guantes, orejeras y algún que otro gorro. Generalmente es habitual que este tipo de accesorios pasen a un segundo plano a causa de la prenda estrella de cualquier corredor: las zapatillas. Es importante que la elección que hagamos tenga en cuenta nuestra propia pisada a la hora de comprarnos unas buenas zapatillas para que éstas nos ayuden a corregir las posibles inclinaciones que tengamos. A continuación os dejamos un par de consejos sobre cómo las mejores zapatillas y cuándo es el momento de cambiarlas, ya que es habitual que esta segunda parte se deje un poco más de lado.


La progresión y la planificación deben ser dos de los pilares de cualquier deportista. A pesar del ansia que sentimos los primeros días por darlo todo durante los entrenamientos, lo cierto es que esta actitud no es para nada positiva. Es más, a la larga puede provocar lesiones graves de lenta recuperación. Por no hablar de la desmotivación que nos provoca no conseguir los objetivos marcados. Toda actividad física se basa en la adaptación y ésta no viene de la noche a la mañana así que debemos echar mano de la planificación y poco a poco ir aumentando la intensidad de nuestros entrenamientos. Solo así podremos conseguir cumplir metas cada vez más complejas. Muy ligada a estas dos ideas se encuentra la paciencia. Ser paciente debe ser un mantra para todo aquel que se encuentre inmerso en una disciplina deportiva. Los resultados no son evidentes desde el primer momento así que no tires la toalla, sé constante y trabaja duro para conseguir lo que te propones.


Abrazar las nuevas tecnologías es una norma no escrita en cualquier ámbito, sin embargo en el campo de los deportes parece de lo más evidente. En la actualidad contamos con infinidad de gadgets que nos ayudan a mejorar técnica y rendimiento: relojes que cumplen con la función de pulsómetro, luces frontales, pulseras de identidad, zapatillas inteligentes, aplicaciones para compartir estadísticas, sistemas de manos libros de hidratación, cámaras de vídeo especializadas y un largo etcétera.


Pero sin duda, la norma no escrita que todo corredor debe tener presente es la que hace referencia al entrenamiento invisible. De nada vale que nos matemos a entrenar si fuera del propio entrenamiento echamos por tierra ese trabajo. Mantener una dieta equilibrada, descansar 8 horas diarias y llevar a cabo hábitos saludables es tan importante como el trabajo físico. Ambos se complementan entre sí por lo que si queremos conseguir resultados en nuestro entrenamiento visible será necesario llevar a cabo un entrenamiento invisible adecuado, y viceversa.




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