El decidir embarcarme en esta aventura de entrenamientos y rodajes fue algo que me rondaba desde hacía tiempo por la mente, junto con otras ideas, como la de saltar en paracaídas. Eran dos sueños que quería cumplir “a corto plazo”, así que cuando me enteré del Medio Maratón de Sevilla no me lo pensé dos veces y me inscribí.
Los días antes de la carrera se me pasaron mil cosas por la cabeza: “dos horas y media como tiempo máximo... eso significa que tengo que correr a menos de 7”. Tenía mil preocupaciones, entre otras que en mis entrenamientos, siempre he ido a disfrutar, nunca me exigía más allá porque para mí, el deporte, además de un estilo de vida, es una forma de disfrutar; y desde luego, no estaba (ni estoy) dispuesta, a que ello me diese quebraderos de cabeza o angustias, sino todo lo contrario.
La música sonaba y la gente empezaba a correr, despacio... Yo mantenía un ritmo constante, iba con disciplina, pero disfrutando muchísimo. ¡Por fin estaba allí! ¡Lo estaba haciendo! Las mil preocupaciones que había tenido, pronto, junto con los kms que iba dejando atrás, se desvanecieron. ¿Hará frío? ¿Se me hará demasiado largo? ¿Iré bien con lo que llevo de comida “para reponer”? Pues sí, hacía frío. Y menos mal. Eso me hizo saber dónde estaba.
Los kms se me pasaron súper rápido, supongo que por la adrenalina y la emoción de lo que estaba haciendo. La gente animando, los niños estirando los brazos para que les chocases la mano y regalándote esa sensación de que lo que estabas haciendo era algo grande, a lo que no todo el mundo se atrevía a enfrentarse. Las sensaciones y las emociones eran enormes. Una de las cosas que más me gustan de las carreras son los corredores. La gente es entregada.
Está el que cree que no puede más y con un golpe en el brazo de otro corredor que va al lado, y un “vamos, que nos queda poco”, va, y se arranca a seguir.
Están los de los carritos: Los que empujan a sus hijos discapacitados mientras corren. Eso sí que es emocionante.
Deporte es ver el espíritu de autosuperación del discapacitado al que, algún día, le dirían “estás loco” cuando dijo que su sueño era correr, y corrió. Dijo que haría 21 kms, y los terminó.
Todo eso es deporte. Compañerismo. Valores. Impulso. Un empujón de un compañero cuando las piernas te tiritan. Un grito de otro que dice “Vamos, señores, que no se nos olvide que estamos corriendo” y te hace recomponerte.
Eso es deporte.
Durante el recorrido, se me cruzaron pensamientos como “madre mía, por fin” o “nunca creí que lo haría”. Y Sí, lo estaba haciendo. Casi sin darme cuenta estaba bajando el puente que me daba acceso al estadio. He de reconocer, que “el golpe” fue recordar que no habíamos terminado al entrar, sino que nos quedaban esos últimos y largos, pero bonitos, 400 metros. Pero cuando atravesé la meta... ¡BUAH! Lo había hecho, y además en un tiempo más que respetable, para ser mi primera media maratón.
Tenía ganas de saltar, de abrazar al primero que se cruzase, de llorar, de hacer la croqueta... de yo no sé qué, pero ¡vaya subidón! Y cuando ya le había contado por teléfono a mi novio la experiencia y la alegría que sentía, y que él compartió conmigo, ahora sí... ahora ya entraba todo: dolor de piernas, hambre, sed, ganas de llegar a mi coche, otra vez hambre y de nuevo sed. Y entre otros sentimientos, también estaban las ganas de enfrentar la próxima carrera (bueno, esas ganas entraron al día siguiente, para ser honestos).
Ahora, “a toro pasao’” ya tengo la siguiente a la vista.
Helena Carmona Farfán - Medio Maratón de Sevilla, Enero 2017