Uniendo pueblos

Proyecto solidario y deportivo

En estas líneas trataré de relatar mi vivencia de una corrida que comenzó el viernes 10 de julio en Morón y finalizó el domingo 12 de julio en Baigorrita (Argentina).


La previa.   El Domingo 3 de Mayo de 2009, en un almuerzo familiar le comenté a mi hermano Pablo mi idea de correr la distancia entre Ciudad Jardín y Baigorrita, si bien no sabía bien cual era la distancia, creí que podía ser importante para reunir fondos para algunas Instituciones de los pueblos que pudiesen necesitar alguna ayuda; le propuse a mi hermano que se ocupara de toda la logística (prensa, asistencia, difusión, etc.); propuesta a la que él accedió y se puso a trabajar inmediatamente. Cabe destacar que en este tipo de carreras la organización previa es fundamental, y Pablo (mi hermano) la realizó de manera impecable, ya sea en la difusión, el armado del recorrido y su inspección previa para no encontrarnos con sorpresas desagradables, buscar fechas y horarios convenientes para correr, seguridad en la ruta... en definitiva todo ese trabajo que sólo lo reconoce el que corre (en este caso yo), pero cuya importancia es incalculable.
  Antes de salir habíamos recibido del Dr. Óscar Capurro (mi padre... orgullosamente los digo, un padre con todas las letras) todas las recomendaciones necesarias ante la situación sanitaria reinante (gripe A) y demás cuidados médicos a tener en cuenta. Raquel (mi esposa) había preparado toda la comida para la carrera y organizado meticulosamente (como sólo ella sabe hacer) la alimentación, ropa y demás cuestiones relacionadas con la asistencia y sería la encargada de mantener informados a todos por Internet en nuestro blog (http://proyectouniendopueblos.blogspot.com/ ) y en nuestro grupo de facebook que ya tenía 200 miembros.
  Ya teníamos fotógrafo (mi primo Andrés de Los Toldos), corredores que nos seguirían al final del recorrido, numerosas donaciones de diferentes empresas, sólo nos quedaba salir...
  El entrenamiento había constado en semanas de 12 horas de entrenamiento semanal, con salidas de 2, 3 y 4 horas diarias.
  El día previo a la salida todas las dudas se me juntaron: ¿Habría entrenado los suficiente? ¿Aguantarán los pies? ¿Cuánto correr y cuánto caminar? ¿Quién me mandó meterme en esto? Ya estaba en esto y debía hacerlo lo mejor posible!!!


La Carrera   A las 6 de la mañana del viernes 10 sonó el despertador... había que salir... afuera -3°C mucho frío!!!, beso a Raquel, a los viejos y a las 7.30hs estábamos con Pablo y mis sobrinos Juan Pablo (un asistente perfecto) y Santiago (un futuro corredor lleno de energía) en Morón (más precisamente colectora del acceso oeste frente a la terminal de ómnibus Oeste) para salir, todavía era de noche, yo me sentía bien y con ganas, la calle estaba bastante transitada pero tenía un chaleco de seguridad que mi papá me había prestado, y se me veía de todos lados.
  Comencé a correr, la planificación era correr 50 minutos y caminar 10 recorriendo 9 km por hora... primera serie 13 km, segunda serie 12 km, ya estábamos en Moreno. Pablo me dice: “Estás yendo muy rápido", me muestra el cronómetro y venía muy fuerte, pero me sentía bien y quería dejar el acceso oeste lo antes posible; seguimos.
  Después de 5 series ya estábamos en la salida a la ruta 5 que nos llevaría a Jáuregui, Pablo había armado el recorrido con un GPS y todo estaba impecablemente organizado, me esperaban en las paradas con Juan y Santiago y me daban comida (pasta frola, frutas secas, chocolate, manzanas, bananas y líquido). Comía mientras caminaba y después volvía a arrancar; en la sexta serie me dolía un poco la cabeza así que baje el ritmo, me preocupé, no sabia si llegaría a correr los 50 minutos... de repente, se bajó de la camioneta de asistencia mi sobrino Santiago, de 8 años, si 8 años, y corrió a mi lado los 50 minutos... ¡cómo podía parar! Estaba cumpliendo un sueño, el primero de tantos.


Después de ese recorrido decido caminar un poco, ya que había que cambiar mucho de recorrido y no quería desgastarme, caminé hasta Jáuregui, cambié de ropa y decidí seguir hasta Mercedes, faltaban 30 km y eran las 2 de la tarde (más o menos), quería llegar a los 130 km para tener más descargados los próximos dos días. Había cometido mi primer error, no tuve en cuenta que mis pies pagarían por correr en el asfalto y 130 km eran 60 km más que debía transitar; otro tema que no tenía en cuenta era cómo vendría el clima por la noche.
  Seguí corriendo y caminando sin una planificación fija, sino teniendo en cuenta el relieve para no desgastarme, me dolían mucho los pies. Promediando la tarde camino a Mercedes vinieron a visitarme Marisa (mi cuñada), Raquel y Elsa (mi tía), me puso muy feliz de verlas ya que la compañía me ayudó mucho a cambiar el humor; también apareció en una camioneta Lisandro Zabala (Presidente del Club Deportivo Baigorrita), para darme aliento. Sin conocerme, mi hermano me decía que mucha gente se comunicaba con él para saber cómo me iba... todo eso me daba energía para seguir y lograr el objetivo.
  Cerca de las 7 de la tarde llegué a Mercedes, no me sentía bien, me dolían los pies, tenía mucho frio y estaba muy cansado, pero había hecho sólo 95 km ¡y quería llegar a 130! Lo hablamos con Pablo y Juan, y decidimos parar a descansar. Nos fuimos a dormir y la verdad es que estaba muy preocupado.
  A las 5 de la mañana del sábado ya estábamos armando todo para salir, afuera ¡-7°C! 5:30hs, ya estábamos otra vez en carrera, me sentía muy bien, pensamos en caminar una hora hasta que aclarara un poco y salir de Mercedes, no tuve en cuenta que el horario de salida coincidía con la salida de lo boliches de la zona, imaginen a jóvenes que salen de un boliche por la noche y encuentran un “extraterrestre” con gorro de polar, calzas y bastones, sólo puedo reproducir algunas de las cosas que me gritaron la más suave fue un: "¡Te robaron los esquíes!”


A la hora estábamos en camino de tierra, ya el piso se sentía más blando y cómodo, me dolían un poco las piernas pero era un dolor normal, el amanecer del sábado fue algo único, hermoso todos los campos estaban blancos por la helada y el cielo era de un naranja intenso. Comenzamos a correr, esta vez con Pablo y Juan planificamos 40 de trote y 20 de caminata, fueron unas 6 series muy parejas en las que avanzamos muchos kilómetros, el camino era recto muy cómodo... podíamos conversar entre los tres mientras yo corría, Juan me daba de comer y tomar todo lo que le pedía con justeza y cuidando todos los detalles. Cerca del mediodía ya venía un poco cansado (habíamos tenido un muy buen ritmo, pero había viento en contra), empezamos a correr 20 minutos y caminar 40, pero a buen ritmo, otra vez me dolían los pies. Pasamos los pueblos de Rivas, Rawson, Franklin, entre otros bellísimos parajes, en donde toda la gente que nos cruzaba nos ofrecía su ayuda desinteresada y solidaria.
  En uno de esos parajes Pablo paró en un bar para cargar agua y los parroquianos del lugar brindaron “a la salud del corredor”, un detalle, la ronda de vinos la pagó mi hermano.
  Llegando la noche decidimos parar en Chacabuco, ya habíamos recibido la visita de mis padres y de Marisa, y Juan había dejado en la asistencia a Santiago, que seguía dándome la comida y la bebida, sin antes probarla. Faltaban unos 20 kilómetros para Chacabuco y yo venía muy cansado, dolorido y de muy mal humor, teníamos que llegar a la ruta para detenernos, se veían los autos pasar por la ruta pero no llegábamos mas. Creo que fue el momento mas difícil de la carrera, en ese momento surgió toda la paciencia de mi hermano para aguantarme y llevarme hasta la tan ansiada ruta, mientras yo me quejaba, él me alentaba: "¡Ya hiciste 200 km!” “Hoy hiciste 115 km” Me decía: “Estás entero”. Lo llamaban al celular y yo escuchaba: “Viene muerto”.
  Finalmente pudimos descansar y a las 10 de la noche ya estábamos instalados, decidimos descansar hasta las 5 de la mañana, faltaban cerca de 50 kilómetros y queríamos llegar cerca del mediodía del domingo.


A las 5 de la mañana del domingo, Pablo me despierta, increíblemente me sentía mucho mejor, los pies no dolían tanto y las piernas.. no importaban ya las piernas, sobraba corazón para terminar.
  6 de la mañana estábamos en carrera, no hacía tanto frio. Otra vez empezamos caminando, la idea era correr 40 y 20 de caminata pero no sabíamos si podríamos, caminé dos horas a muy buen ritmo y me sentía muy bien, había cambiado de plantillas y los pies iban mejor. Pablo me decía: “Te faltan 40, 37... "¿Cómo vas?”. Veníamos muy bien, más relajados.
  Comencé a correr 40 y 20 una serie, me costó muchísimo, decidí caminar un poco más, cerca de Coliqueo se me acerca una bicicleta y escucho: “Vamos Capurro, carajo, qué huevos... Estás más loco que tu hermano”. Era Lisandro Coliqueo un amigo de mi hermano, corredor, que venía a acompañarme con su hijo, ¡estaba corriendo con un Coliqueo! No me animé a decírselo, pero para mí, que siempre admiré a sus antepasados, era un sueño poder compartir algo con él, todo se hizo mas fácil ya que podíamos correr y hablar, contarnos anécdotas y dejar pasar el tiempo. Más adelante, faltando unos 25 km se empezaron a sumar algunos vehículos, Lisandro Zabala, mi papá que venía con Juan Pablo; en la asistencia no paraba de sonar el celular: "¿Por dónde va? ¿Viene bien?"


Faltando unos 20 kilómetros (no tengo mucha noción de los kilómetros finales) se sumó a nosotros un muchacho para correr, era de Los Toldos, empezamos a hablar, venía de ganar la media maratón en Colombia. Era Víctor Cotrón, ¡qué orgullo poder correr con él! Al verlo correr pensaba qué fácil lo hace, parece que no le cuesta despegar los pies del piso, seguimos conversando y tomamos una ruta... de repente viene un auto de frente, se para en la banquina, se baja una persona que deja el auto sólo y se pone a correr al lado mío, era Daniel Carpi triatleta de Junín (después sabría de toda su experiencia); no le importó dejar “tirado” el auto en la ruta, sólo quería acompañarme (me pareció un gesto maravilloso). Ya estábamos cuatro corriendo y varios autos atrás. Mi primo Andrés se revolcaba con su cámara para sacar la mejor foto... Faltaba muy poco, en los últimos kilómetros mi hermano me iba diciendo: ”Cortaron la ruta por la gente que hay esperando”. ”Están relatando en vivo de la radio”. Lisandro Zabala que había tomado la asistencia me pasaba los kilómetros y consultaba cómo me sentía, parecía que todos nos conocíamos hace años, pero sólo habíamos hablado unas pocas horas.


Faltando pocos kilómetros, Víctor, Lisandro y Daniel, tres sabios en esto de bancar corredores cansados, me empezaron a marcar el paso y a alentar, no sabía, ni sabré cómo agradecerles. Llegamos a una vía y ahí cerquita estaba la ruta, el patrullero y gente, ahí comenzamos a correr mas rápido y vimos la entrada al pueblo, la gente aplaudía, los chicos y chicas de fútbol y básquet del Club Deportivo Baigorrita estaban esperando y vivando con sus profes Monti y Cacho, gente del pueblo estaba a la vera del camino con sus autos y bocinas, cerquita a la derecha mi familia, mamá muy emocionada (pobre vieja, cuantos nervios...), Mimí y Cacho (mis parientes) aplaudiendo también emocionados... Sólo quedaban unos 1000 metros hasta la plaza del pueblo, los corrimos todos, grandes, chicos, profes, en bici, a pie... y llegamos. Habían pasado 265 km, tres días donde habían quedado donaciones para las instituciones, gente que nunca olvidaré por su solidaridad y agradecimiento.


La convicción de que en equipo todo se puede (y en familia mucho más), estas cosas no se logran sólo con un corredor, hacía falta este equipo atrás.
  El mensaje para los más chicos de que con esfuerzo todo se puede, que nadie puede ni debe dejarse llevar por la sensación de que no va a poder. Que el deporte no es sólo ganar, que la esencia es todo esto que se vivió: amistad, solidaridad...
  El agradecimiento a todos nuestros viejos (a los que están y a los que ya no), por habernos dejado estas maravillosas tierras y pueblos fértiles para que podamos crecer.
  Finalmente ya había terminado la carrera y me sonó dos veces el celular un llamado era de mi hermana desde España (Cuky), otro de mi mujer (Raquel), las dos no habían podido estar durante la carrera... y las dos me dijeron lo mismo: “Cómo me hubiese gustado estar...”. De lo que no se dieron cuenta fue que lo bueno de correr, pensar, recordar y soñar... es que siempre estuvieron ahí, cerquita, y siempre conmigo...
  ¡¡Hasta la próxima corrida!


Lic. Marcos Capurro.
marcoscapurro@fibertel.com.ar


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