Después de tres años sin colgarme un dorsal pude ayer noche volver a disfrutar de la Carrera Nocturna del Guadalquivir (Sevilla) en su 23ª edición. He perdido la cuenta del número de veces que he corrido esta prueba, pero el recorrido de este año ha sido de los mejores, con salida en la Isla de la Cartuja, pasando por los barrios de Triana, Los Remedios y vuelta por Arjona, Torneo, Puente de la Barqueta y por fin, tras algo más de 12 km, entrada en el Estadio Olímpico.
Precisamente este acierto en el recorrido favoreció la afluencia de muchísimo público animando durante (casi) toda la carrera.
La participación ha sido altísima, más de 23.000 corredores, superando con creces el récord de la edición del 2010 que se aproximó a los 20.000 participantes. Tal era la concentración en línea de salida que tardamos más de 5 minutos en comenzar a correr. Durante el recorrido siguió la fiesta del deporte, con mucha camaradería entre los corredores, muchas ganas de pasar un buen rato gozando de nuestro deporte y disfrutar corriendo por las calles de nuestra ciudad.
Me divertí viendo los disfraces que vestían algunos participantes, el más difícil para correr uno convertido en botellín de cerveza. También hubo abejitas, reyes magos, flamencas, niñas traviesas, travestís, traje de chaqueta y corbata... Una colección para estar entretenido durante la hora y cuarto que corrimos en busca de la meta.
Y la llegada al Estadio Olímpico, como siempre, apoteósica. Uno se cree campeón mundial cuando pisa ese tartán, no importa que delante tuya vayan otros 10.000 corredores, tú te sientes ganador al verte tan animado por esa grada llena de público y cruzar el arco de meta. Miras el reloj, ¿lento? Qué importa, ¡y lo que he disfrutado!