Suena el despertador a las siete de la mañana, mi mujer se esconde entre las sábanas, supongo que su subconsciente se pregunta por qué en plena madrugada fresquita de domingo 3 de junio de 2012, salto más rápido de la cama que cuando era recluta, allá en Cáceres hace veintitantos años, pero sigue durmiendo porque sabe que el loco de las carreras populares que es su marido no tiene remedio.
Una hora después llego a una dormida Córdoba, miro en el plano dónde se halla la Avenida de los Piconeros, en la que se encuentra la salida de la II Carrera Popular Go Fit, dejo atrás el Puente de San Rafael, la Avenida de la Victoria, paso por la Avenida de la Libertad y aparco de cualquier manera entre un contenedor de basura y un Seat Ibiza.
¿Dónde están los corredores? No veo a nadie calentando. Echo de menos a mis compañeros habituales de locura (Pedro, Pepe, Cristóbal). ¿Me habré equivocado? Cruzo la calle, luego otra y allí se yergue el inmenso gimnasio Go Fit con un grupo de atletas que charlan animadamente. Vuelvo al coche, me cambio, vuelvo a la salida, me uno a una gran cola de deportistas, me asombro porque tanta gente necesite ir al servicio, pero no... estamos recogiendo las camisetas (el dorsal me lo trajo un amigo dos días antes). Vuelvo al coche a guardar la anaranjada camiseta, vuelvo a la salida, estoy “reventao”, creo que ya no necesito calentar.
Unos minutos después comienza la prueba, participamos más de 600 corredores, damos tres vueltas a un circuito por el Vial hasta completar 5.000 metros, corremos muy rápido, hace mucho calor, y casi al final de la primera vuelta veo una camiseta de color amarillo canario con este lema: "CIEGO A LA VISTA". Sonrío, puesto que no es raro que algunos atletas lleven chascarrillos en sus espaldas (en la Media de Málaga de 2011 unos atletas vestían unas camisetas con el lema: "Los legionarios no mueren, se reagrupan en el infierno"). Me acerco al participante, que va unido a una corredora guía con una brida de plástico en los antebrazos. Van muy bien coordinados, con mucha armonía, no tropiezan, es un auténtico invidente, ella en su espalda, de color rosa fucsia, luce otra divisa: "DOS OJOS, CUATRO PIERNAS". Decido acompañarlos unos metros, pero los abandono a la caza de otros cuarentones con los que puedo hacer relevos improvisados y alcanzar la supermarca de la temporada.
Llegamos a la meta, nos toman los números de los dorsales, miro hacia atrás, hay mucha gente, hoy no he llegado de los últimos y no veo a la pareja del ciego y la guía, mas regreso satisfecho a Baena para relatar la hazaña de esta pareja a la que nunca olvidaré y de la que tanto he aprendido en tan solo un rato.
Erasmo Hernández González
3 de Junio de 2012