Ha llegado el gran día. Nunca he corrido más de 25-26 km de una tirada, pero confío en todo el trabajo que hay detrás. Veremos cómo se nos da. Me levanto a las 4 de la mañana, desayuno casi una barra de pan con medio aguacate con miso, una naranja, un plátano y un vaso de café. Después de hablar con Edu –monitor del gimnasio donde voy, y buen corredor- el martes, no quiero quedarme sin glucógeno en el km 30 –igualmente llevo los deberes hechos en cuanto a la dieta específica para afrontar el reto-. Agarro la mochila y a coger el tren de las 6:05. En la estación de Calafell me encuentro con un hombre que suelo ver corriendo y que también estaba en la cursa del mes de enero de Calafell. También hay mucho chavalín que viene de la calle del Vip’s o del Loui Vega –si es que sigue abierto. Discotecas que frecuentaba de adolescente-. Segur, Cunit, Cubellas, Vilanova, etc. Se va subiendo gente con toda la pinta de ir al mismo sitio que yo. Llegamos a Barcelona, todos se bajan en Sants, yo en Paseo de Gracia, ya que iré a la oficina a dejar las cosas y a cambiarme. Me pongo un compeed en cada pezón, no quiero tener que parar porque empiecen a sangrar. Así lo hago y para finalizar una llave entre los cordones de cada bamba.
Paso por Sagrada Familia en busca del metro para ir a Plaza España y veo cómo casi lo tienen todo preparado. Me llaman Juana Mari y Álex. Éste se acaba de levantar, va a correr unos 14 km con nosotros.
En el metro hay menos ambiente del que me imaginaba, se deben haber montado en el anterior que no he cogido por los pelos.
Hemos quedado donde celebran “el Saló de l’Ensenyament”. Álex, Albert y un amigo suyo ya han llegado; me giro y ya viene Juana Mari con su marido. Álex se va al km 1 al lado derecho de la calle y Juana Mari, Albert y yo vamos a meternos en el cajón de menos de 3:30 horas que es de color rojo. Mi dorsal es azul, espero poder pasar. Mientras a uno le dicen que no puede entrar por no ser de color rojo, aprovecho para colarme. Dan la salida y pasamos 4 minutos caminando hasta que llegamos a la altura de la salida. Me paro y hago una foto al tiempo del crono y pongo mi pulsómetro en marcha. Voy por detrás de ellos haciéndoles fotos.
El ritmo que llevamos no me preocupa en absoluto, pero pienso todo el rato en cómo me afectará a partir del km 30. ¿Seguirá todo igual? En mi inconsciencia sigo pensando que a partir del 30 dejaré de “trotar” para ponerme a un ritmo de 10 km en cursa. Vamos, que a partir del 30 apretaré. Jeje, iluso. Cómo se nota que nunca he experimentado esas distancias. Por cierto, el ritmo marcado es de 4:38 minutos el km.
En los primeros km cuesta adelantar, Álex se ha unido en el km 1 y vamos todos juntos salteando obstáculos. Mencionar que su compañía ha hecho más llevadero el recorrido; la suya y la de todos, claro.
Van pasando los km y no cesa el apoyo de la gente, no hay un hueco en el que no haya alguien animando. Veo a las familias apoyando a sus corredores y a los que no son suyos también. Eso es una de las mejores cosas de esta cursa, no puedo evitar pensar que en cualquier momento voy a ver a mi marida –como le digo cariñosamente a Nelly- diciéndome: “Vamos Joseki, cariño”. A pesar de que está trabajando, sigo pensando que la puedo ver. Curioso el deseo de algo como rompe la barrera de lo racional.
Subiendo por Paseo San Juan, al girar a la altura de Rosellón voy pendiente por si veo a Berna. No lo veo y pienso que igual está a la altura del Claror. Entonces me viene a la cabeza Iván, que igual está trabajando en el Claror si no tiene competición y se asoma un rato. No veo ni a uno ni a otro. Menudo avaricioso estoy hecho, Berna tiene mujer e hija, Iván tiene que trabajar, no va a estar ahí para mí.
Llegamos a Sagrada Familia, es el km 17. No estoy preocupado, de momento todo va bien. Justo unos km antes, sobre el 12 aproximadamente se ha unido a nosotros un amigo de Juana Mari, Joseph. Por cierto, el grupo de apoyo de Juana Mari liderado por su marido Arturo, ha sido de gran ayuda moral, pero sobre todo, una pieza clave ha sido Joseph. Impresionante ha sido su trabajo con ella y con nosotros. Muchas gracias Joseph. Ha estado ahí hasta el final, dándonos agua, fruta, animándonos y nos echaba agua en el pescuezo. Con la tontería se ha cascado 30 km y encima atendiéndonos. A todo esto Juana Mari siempre iba delante la primera, aun así, se giraba constantemente para ver si íbamos todos juntos.
Al llegar al km 20 sufría unos leves pinchazos en el cuádriceps de la pierna derecha. Me ha preocupado un poco la verdad, aun así todavía tenía humor para sacar el móvil y echarle una foto al crono del km 20. Llevábamos 1 hora 39 minutos. Todo iba bien. Al cabo de nada “nos daban la primera comida”: un gel. Te dicen que los pruebes antes por si no te sientan bien y bla, bla, bla. Para la boca, eso sí, poco a poco. Todas las personas con las que había hablado estos días me decían que tenía que beber y comer si quería terminar la maratón. En las cursas ni bebo, ni como, pero claro, estamos hablando de 42 km y por lo visto una persona que no lo haga, no podrá pasar de los 30 km. Siempre hay excepciones, pero bueno. Al cabo de un rato se me han ido los pinchazos, imagino que puede estar relacionado.
A partir del km 24 cada vez que cojo agua o fruta me cuesta reengancharme al grupo. ¡Menudos jaleos se forman en los avituallamientos! He pisado una botella (llena) pero no he llegado a caerme.
Sobre el 25 más o menos se ha unido otro amigo de Juana Mari, Ricardo. Otro crack a nuestro lado hasta el final ofreciéndonos agua y fruta. También le agradezco muchísimo su apoyo.
Cada vez me cuesta más estar al lado de Juana Mari, “curiosamente” coincide al entrar en la distancia desconocida para mí (la superior a los 25-26 km). Ella todo lo contrario, cada vez está más fuerte. Cuando escucha que el ritmo es de 4:40 el km, aprieta más. No se puede estar por debajo de 4:38 según los cálculos que ella ha hecho para buscar el tiempo deseado. En principio mejorar su 3:19. Todo el mundo la anima a ella; nosotros en cachondeo le decimos a la gente que no lo haga porque aprieta más, ja ja. Juana Mari es una extraterrestre y yo veo cada vez con mayor claridad que soy más de este planeta. Se lo comento a Albert y me dice que está como yo. Albert empieza a flojear y pienso que cada vez es más difícil que lleguemos juntos. Pero más complicado va a ser mantener el ritmo. Ahora entiendo lo iluso que había sido al pensar en “apretar” a partir del km 30.
En el 31 Álex me dice que Juana Mari cada vez va más fuerte y que no puede seguirla. Albert ya no viene. Decido hacer un esfuerzo y ponerme justo detrás de Juana Mari, Joseph y Ricardo, que no paran de apoyarme. En el MCDonal’s que hay en la playa ya no puedo mantener su ritmo y veo que voy a tener que aflojar. Los sigo, pero en el 33 ya no los veo. Asimilo que no les puedo seguir y habrá que hacerlo solo. Creo que estoy ante mi muro maratoniano, o por lo menos, las sensaciones que tengo se parecen a la definición. Venga va, sólo quedan 9 km, no vas a parar ahora. He disminuido tanto el ritmo que me da la sensación que ya no corro, pienso que caminando iría más rápido y gastaría menos energía. Entonces pienso en Albert Albareda ¿Cómo le voy a hacer eso? No puede ser. También pienso en Xavi Roig. ¿La corría? No me acuerdo. Veo a la gente que apoya a los suyos y pienso en Nelly. Si la viera o la escuchara podría retomar el ritmo anterior. Pienso en ella para no caminar. Pasan los km pero de una forma eterna. Me siento tan pesado y lento que afecta al ánimo, es una cadena: al verte flojo te desanimas. Miro que no sea así. Siento unos dolores en los laterales de los pies que nunca había experimentado, no soy tan duro como creía. Pienso que esta distancia me queda grande, es demasiado. Pero al mismo tiempo que me ofrecieron correr el lunes y no había hecho ninguna tirada de 30 km. Esto me anima: “no está mal José ¡Vamos!”.
No paro de correr, pero este ritmo me vuelve a desanimar y más al ver que la gente me está pasando. No puede ser, siempre es al revés. No he gestionado bien la distancia pienso. Me viene a la cabeza Jordi Ramírez. Lleva semanas haciéndolo perfecto, está entrenando duro. Creo que en cualquier momento me alcanzará: normal es el resultado de hacer las cosas bien. ¡Grande Jordi! También pienso en Albert y Álex, si se han gestionado bien me alcanzarán, quizá pueda acabar junto con ellos. Espero que sigan bien. ¿Cómo le irá a Edu? ¿Y a Benja? Llevo unos km bastante complicados y no sé por qué hasta tengo ganas de llorar. ¡Buuf! No me puedo venir abajo de esta manera. Pienso en Juan, en Rivi, en Llorens que ya no me hará más montajes fotográficos si no acabo, je je. Pienso en Edu Marfil, mañana me dirá: “¿Qué? Para echar un follisky estás ahora ¿no? Jeje” Que crack está hecho.
En el 37 escucho mi nombre. Albert a lo lejos me da ánimos. Se pone a mi lado y me dice que no pare. Le digo que esto es muy duro y que me está costando. Dice que está igual. La verdad es que me ha alegrado mucho su compañía, me ha hecho coger algo de fuerzas y tirar un poco más fuerte.
No avanzaban los km, no veíamos el siguiente. Ver el km 40 ha sido una alegría enorme. Faltaban 2 km, veíamos plaza España, pero parecía que no llegábamos nunca. He pensado en los últimos 200 ó 300 metros de la media maratón de Finlandia. Cuando David –mi profesor de judo y gran amigo- vino, se puso a mi lado con algunos compañeros de judo y me acompañaron y animaron hasta la línea de meta. Y ¡cómo no! he pensado en Nelly, en su cara de alegría cuando se siente orgullosa de mí. Lo que la quiero y todo lo que llegamos a hacer para que nuestros proyectos salgan adelante. Cuando faltarían unos 300 metros para la línea de meta otra vez he escuchado mi nombre –gracias a todas las personas que me animaban mediante el nombre de mi dorsal: Benjamín. Y gracias a Benjamín por haberme regalado uno de sus dorsales. Cuando me daba cuenta de que los ánimos de Benjamín eran para mí era inevitable la sonrisa graciosa.
Finalmente Albert y yo hemos cruzado juntos la línea de meta. 3 horas 27 minutos, menos los 4 minutos de la salida: 3 horas 23 minutos. Nos hemos felicitado dándonos la mano. Tantas horas saliendo a correr por Barcelona dan para entablar buenas amistades con la gente. Pero no sólo correr, cualquier deporte. Con el judo sucede exactamente lo mismo, tantas horas intentando proyectar a un compañero o lucharlo y después tan amigos.
No todos los días se hacen maratones, por lo menos un servidor. Me ha apetecido compartir la experiencia con este escrito, con la intención de dar a conocer los pensamientos que puede albergar uno en determinados momentos del recorrido.
Voy a comentar también que Juana Mari ha entrado sobre las 3 horas 17 minutos, y Álex ha entrado en el mismo minuto que Albert y yo, pero no nos hemos visto.
Como conclusiones voy a decir que ahora entiendo a César cuando dice que las maratones en que hay poca gente son las más duras. Y es que estar alrededor de 3 horas y media solo por caminos sin gente que anime o sin algún compañero al lado... es durísimo. No quiero ni pensarlo. De modo que las maratones, mejor en grupo, a nivel psicológico se agradece. Finalizo diciendo que viendo a mi marida, a mi Nelly, a lo largo de la maratón hubiera hecho un mejor tiempo. Y esto es así, el que ha estado ahí lo sabe.
José Domínguez Herrero
Barcelona 2012