Llevaba días esperando ansiosamente la salida nocturna con Benja, David, Dani y Juana Mari. 42 km por la montaña de Collserola.
Apenas hemos avanzado un km y nos encontramos unos cuantos jabalíes. Me cago de miedo, casi literalmente, para mí son enormes (más tarde Benja nos cuenta que son de los más grandes que ha visto). ¡No se van, están a un metro! Sabía que por ahí había jabalíes, pero no que se acercaran al punto de tocarlos. Benja me dice que esté tranquilo, que vaya hacia donde está él. Le digo que no puedo. En un ataque de pánico se me va por completo la cabeza y me tiro encima del jabalí, le monto la espalda y lo intento estrangular. ¿Te lo habías creído? Gracias por tenerme en tan alta estima, ahora lee con atención la verdad: en un ataque de pánico me subo a un árbol impracticable (de los que no se suben fácil o directamente no se suben). Me quedo sujeto a él como la típica escena de dibujos en el que el animal desde abajo le olisquea el culo al que está arriba. El jabalí se planta debajo de mí. Benja, al que le debo por lo menos no sé cuántas coca-colas por salvarme, lo echa con un palo. Está curtido en estas situaciones. Más tarde nos dice que en alguna ocasión ha tenido que correr delante de alguno. Benja, te admiro y te he odiado un buen rato del camino, jaja, es broma amigo (lo de odiarte, lo otro no).
El susto me ha dejado fundido. Llevo las pulsaciones por las nubes. A medida que avanzamos sólo pienso en jabalíes, me estoy estresando, no consigo relajarme y me canso. Cada vez que los escucho gruñir o correr por nuestro lado lo paso fatal, el pánico se apodera de mí. Creo que esta situación empieza a pasarme factura.
Ya no se puede seguir sin los frontales, de modo que paramos a ponérnoslos y aprovecho para hacer unas fotos. Nos metemos por un camino más estrecho, la maleza invade el camino y no se ve más allá, lo peor de todo para mí es que no tengo árboles al lado a los que subir.
Juana Mari y Dani se ponen en cabeza y nos sacan unos metros. Me encuentro bien, pero ya sufrí el poderío físico de Juana Mari en la maratón de Barcelona, así que me quedo más retrasado con Benja y David.
Seguimos y escuchamos ladridos a lo lejos, Dani que va delante, dice que están sueltos. ¡Mierda! No hay árboles a los que subirse, bueno, hay uno, pero es tan gordo que no puedo abrazarlo para subir impulsándome. Los perros van con gente y los cogen para que pasemos. Estos sustos me consumen.
Seguimos corriendo y nos encontramos con otro perro, éste va solo. Se aparta del camino.
Estoy empapado, más de lo habitual. El pantalón está chorreando. Pienso que es normal y sigo. Me empieza a doler la barriga, tengo ganas de tirarme pedos, pero me aguanto por respeto, con lo cual todavía me duele más. Me vienen a la cabeza las judías que me he comido a la hora de comer y la media bolsa de nueces y los dos plátanos que me he comido sobre las 19:20 horas. Creo que me he pasado.
Cuando creo que debemos llevar alrededor de 20 km, David dice: “llevamos 10 km”. ¡Buuaaa! Menuda jarra de agua fría me cae encima. Me quedo de piedra, no me lo puedo creer, sólo llevamos 10 km, pensaba que llevábamos el doble. Me vengo abajo anímicamente.
En el km 12 aproximadamente empiezo a estar muy apurado. Me duele mucho la barriga y estoy empapadísimo en sudor, más incluso, de lo habitual. Benja al verme chorreando dice que paremos a descansar unos minutos. Cree que puedo haberme deshidratado. Lo esté o no, me encuentro fatal. Desfondado, chorreando de sudor y con un dolor de barriga terrible (no hablo de flato). Me da una pastilla antioxidante a ver si se obra el milagro y me recupero. Detrás de donde se han sentado Dani, David y Juana Mari, hay en el suelo un espiral hecho de piedras. Nos comentaba Benja anteriormente que ahí había visto a gente de blanco hacer rituales. No sé cómo Benja se atreve a pasar solo por estos sitios.
Seguimos, no me recupero. Cada vez me cuesta más ir a su ritmo. Hay tramos en los que vamos caminando; ni así recupero. Cada vez los veo más lejos. Llegamos a una fuente campo a través. Aprovechamos para hacernos unas fotos y bebemos agua de la fuente (bastante caliente).
Me quito las piedras de las bambas. Benja me dice que no es bueno que esté sin bambas porque se hinchan los pies. Le hago caso y me las pongo. Por cierto, no se cómo se llama el calzado de Dani, pero lleva una especie de mocasines con dedos.
Vemos a familias de jabalíes que se aproximan a los contenedores. Seguimos corriendo. Me duele muchísimo la barriga. Le digo a Benja si hay algún wc para hacer popó y paramos al lado de unos contenedores en un descampado. Confío que ahora se vaya el dolor de barriga. Les pido disculpas por las interrupciones, me sabe fatal tener que cortar el ritmo de esta manera, ya van dos ocasiones. Volvemos a correr, pero el dolor de barriga no se va. Empiezo a pensar que no me voy a recuperar. Creo que en la fuente llevábamos 14 km. Todavía faltan 11 para que nos encontremos con la mujer de Dani que nos hace de avituallamiento. Lucho por no venirme abajo, pero el cuerpo no me acompaña. Cada pisada es un pinchazo en la barriga, me he quedado sin agua en la mochila que estreno hoy de mi amigo Jordi Rivillas.
He perdido la noción de la distancia, no sé si llevo 100 metros o 3 km. Me agobio, llevo rato pasándolo mal. David se queda atrás conmigo hasta que ya no puedo correr. Avisa a Benja y aflojan el ritmo. Benja me comenta si habré sufrido un corte de digestión del cual no me he recuperado en toda la noche. Me sabe fatal, les estoy retrasando. Me duele en el orgullo, pienso en Pulp Fiction, cuando Ving Rhames (Marsellus Wallace en la peli) le dice a Bruce Willis que se deje ganar en el combate, que coja el dinero y desparezca. Que notará un pinchazo en el cerebro impidiéndoselo, eso es el orgullo. Le dice que no le haga caso, que el orgullo sólo sirve para joder a uno. Pienso en lo del orgullo, en que no puedo abandonar, pero no veo la forma de llegar al km 42, menos cuando apenas veo la forma de llegar al km 25 en estas condiciones.
No sé cuánto llevamos ni cuánto falta. Ya sólo puedo caminar y con dificultad. Imposible seguirles. Dani, Juana Mari y Benja están fuera de mi alcance y suerte que David tiene paciencia y sigue a mi lado.
Subimos por unas cuestas que me dan ganas de llorar, es que ya no puedo ni caminar, pero no digo nada. Estoy sufriendo una barbaridad. Me gustaría estar tumbado en la cama con Nelly ahora. Ya no quiero caminar más, pero cuando parece que en la curva de la cuesta se acaba la pendiente –no es que se acabe, es lo que desea uno- sigue el camino hacia arriba.
Nunca hubiera pensado que fuera a pinchar de esta manera. Descarto por completo hacer los 42 km, es imposible, ya no puedo correr y camino por inercia, porque no puedo quedarme parado, la mujer de David no puede venir hasta ahí. Me da por pensar, entre tantas otras cosas, en cómo de rápido subiría Kilian Jornet por aquí. Corriendo digo, seguro que iría corriendo por este pedazo de cuesta.
David me dice que paremos, le digo que no. Finalmente tengo que hacerlo, no puedo seguir caminando, necesito agua. David me da agua. Seguimos, no quedan fuerzas para nada. Más cuestas y más cuestas, quiero estar en casa, no quiero caminar más. Pienso en Rudi y en todas las personas a las que animé a que vinieran. Si me vieran ahora...
Llevamos cerca de 4 horas. David dice que falta muy poco. Me anima. Me recomienda que haga la Matagalls solo. Me da consejos que recibo de corazón. Todos me animan, me dicen que no pasa nada. Mejor haber experimentado esto en un entreno que en una competición. Se lo agradezco, pero no dejo de pensar en que he fracasado al no poder completar los 42 km.
Ya no falta nada, corremos un poquito. Cerca del final nos encontramos más jabalíes por un río. David dice que si no escuchamos las burbujas de la Coca-Cola. Hay que animarse como sea.
Después de los 25 km más duros a los que he tenido que hacer frente, ahí está la mujer de David con su hija dormida en el coche. Abre el maletero y hay: coca-cola, aquarius, agua, cacahuetes, almendras, barritas, etc. No me lo puedo creer. Se ha acabado el sufrimiento, ya no hay ni que correr, ni caminar, ni estar pendientes de los jabalíes. Ah! Sin olvidarnos de las arañas con frontal que nos ha enseñado Benja.
Benja, Dani y Juana Mari se reponen y deciden hacer unos 10 km más, es demasiado tarde para ir en busca de los 42 km. Les he retrasado. Si no recuerdo mal, el pulsómetro ha marcado 4 horas 15 minutos para hacer los 25 km.
David y su mujer me llevan a casa de Filo, hoy habíamos decidido pasar ahí la noche. Hablando ya relajados en el coche me quedo con una frase, especialmente, de la mujer de David: “En la montaña con el desnivel pierdes la noción de la distancia”.
Conclusiones cuando acaban de pasar 24 horas justas: En primer lugar una cura de humildad como una pirámide de grande. No hay que perderle el respeto a la montaña igual que siempre digo eso del mar. A pesar del sufrimiento, porque de verdad que lo he pasado mal, todavía no había dejado de correr o caminar nunca, ha sido una experiencia enriquecedora. He aprendido que hay que saber gestionar la montaña y establecerse un plan para cada etapa. La vivencia de esta noche con Benja, David, Dani y Juana Mari siempre va a estar en la memoria. El clima que había entre todos era sensacional. A pesar del miedo que he pasado al mismo tiempo ha sido divertido. Nos hemos reído mucho.
Ahora, más tranquilo que ayer, y después de haber hablado con Benja y Juana Mari, ya no lo veo como un fracaso. Habrá más como ésta. Con lo cabezón que soy no me voy a dar por vencido. Esto sólo acaba de empezar.
José Domínguez Herrero