Nada es imposible, es cuestión de luchar hasta alcanzar la meta.
Carrera de Cabeza la Vaca-Tentudia, carrera que sin duda alguna va a pasar, si es posible, a una de mis carreras fijas en el calendario de pruebas de la temporada que viene, y esta decisión mucho tiene que ver con la expectación que ha causado esta prueba tanto por su buena organización como por el lugar por donde transcurre.
Comienza el viaje desde Almendralejo hacia Cabeza de Vaca, un pequeño municipio situado en medio de un pequeño valle de las estribaciones de Sierra Morena, en el macizo de la Sierra de Tentudia, no siendo casualidad que sea la población de mayor altitud de la Baja Extremadura, rodeada de campos de encinas, olivos, castaños, robles... que en su conjunto forman un entorno natural envidiable y más si vas a practicar un deporte como el running, en la que sin duda alguna íbamos a ser testigos de la inmensa riqueza que guarda este paraje idílico en nuestra Extremadura.
En nuestra primera parada en Calera de León con el grupo ya se perfilaba cómo iba a ser esta carrera, se apuntaba a nuevos tramos técnicos que la iban a hacer mucho más dura que en ediciones anteriores, pero el reto estaba en la mayoría de los participantes en terminarla, no era cuestión de marcar tiempos, si no de disfrutar de la naturaleza, de la compañía y, cómo no, de hacer lo que nos gusta, superándonos a nosotros mismos.
Una vez que llegamos a Cabeza la Vaca ya se palpaba en el ambiente entre los 230 participantes, las ganas de ser testigos en primera persona de la aventura que iba a comenzar, porque si en algo se diferencia este tipo de carreras del resto de pruebas en asfalto es sin duda alguna el pleno contacto con la naturaleza, además de la orografía del terreno que hacen de las primeras las más duras.
Comienza la prueba puntual discurriendo los primeros metros no muy rápidos, había que controlar y colocarse en una buena posición para ir lo más cómodo posible el resto de la carrera, porque aunque el primer kilometro era cuesta abajo pronto comenzarían los primeros repechos que serían la antesala de la verdadera dureza del recorrido, subidas y bajadas constantes donde arriesgar era peligroso por miedo a torceduras, esguinces, caídas...
Conforme iban pasando los kilómetros el desnivel seguía aumentando igual que los tiempos, pero era consciente que el objetivo era acabarla y disfrutar, pero a pesar de ello sabía que hasta el kilometro doce en la que se completaba la máxima altitud 1100 m, el conocido Alto del Palancar, y había que reservar fuerzas y sobre todo evitar en lo posible las caídas.
Continué bajando y subiendo senderos e incluso atravesando pequeños arroyos que cruzaban los senderos, era algo espectacular, no me importaban los ritmos, solo quería disfrutar del momento haciendo lo que realmente me gusta, correr y sentirme libre en medio de la naturaleza.
Llegó el momento más duro, la temida subida hacia el Alto del Palancar, una de las subidas más duras de toda la prueba en la que correr era casi imposible y dijo “casi” porque la élite de la carrera lo haría, pero por mi parte opté por caminar hasta completarla y recuperar después con un trote suave para empezar después a coger ritmo, pero algo ocurrió ¡resbalé! y acabé en el suelo después de haber pasado una de las partes más duras de la prueba, afortunadamente fueron unos pequeños rozaduras en las manos y un golpe en la pierna en la zona de la fascia lata, pero nada de importancia que me impidiera continuar con la prueba.
Me encontré un compañero de carrera, Alejandro, que me acompañó durante algunos kilómetros más desde la zona de Collado Ceborillas, lugar precioso por los senderos que transcurren entre robles hasta la Bajada de Canalejas. Hasta entonces todo iba muy bien, sufriendo lo justo ya que no existía presión ninguna, pero llegó la hora de apretar un poco aprovechando el fuerte desnivel, aunque había que ir con sumo cuidado para evitar destrozarnos los tobillos, íbamos paralelos a la carretera con la dificultad de tener que equilibrar el cuerpo para no rodar hacía la zona de alambrada que separa la carretera del sendero.
Habían transcurrido ya dieciocho kilómetros e iba muy bien de fuerzas para seguir avanzando ya que en la bajada había recuperado muy bien, lo que no sabía lo que me esperaba en el kilómetro siguiente, sorprendentemente había un cartel que especificaba ¡Atención! Zona Técnica , ufff!!! Sí, peligro, porque esta zona conocida como el tramo Alto Nava-Quebrada, es sumamente tan bonita que se te olvida lo complicado que es atravesarla, la misma consiste en un sendero en el que solo puede pasar una sola persona incluyendo las irregularidades del terreno, pero esto pasa desapercibido en esta inmensa terraza natural que nos ofrece la naturaleza que hace que te sientas increíblemente poderoso olvidándote del sufrimiento acumulado a lo largo del recorrido.
Cuando se va acabando esta zona y quedan al menos dos kilómetros no me esperaba de nuevo la última subida pero había que afrontarla lo mejor posible, ya llevaba casi una hora cincuenta y cinco, y el final estaba próximo y todavía quedaban fuerzas, por lo que una vez pasada esta subida comencé a aumentar el ritmo a sabiendas que lo que quedaba no podía ser más duro que lo que había vivido ya.
Ahí estaba el final por las calles de Cabeza de Vaca a trescientos metros de la meta en la que impuse mi ritmo final acabándola con muy buenas sensaciones además de haber vivido una experiencia inolvidable en la que personalmente habría superado mis expectativas.
Finalmente, nos encontramos mis compañeros y amigos de club en la zona de concentración en la que estaban ubicadas las duchas para luego dirigirnos a la entrega de trofeos y al sorteo de regalos. El momento más emotivo, en el que cualquier ápice de sufrimiento de la prueba quedaba borrado, cuando nuestro presidente recoge la paleta de jamón ibérico además de un estuche de vino de la tierra siendo compartida por todos los participantes del club con sus respectivas parejas como si de una gran familia se tratará, además para mí fue un día muy especial, porque a parte de haber compartido esta experiencia con mi equipo, era el cumpleaños de mi hija Cristina a la que le hice especial dedicatoria preparando una camiseta para la ocasión además de dedicarle todo mi esfuerzo que había merecido la pena.
José Domínguez Barroso