Maratón Buenos Aires

Ya termino todo el entrenamiento, lo poco o mucho que se hizo ya está. El principal objetivo es llegar y si se mejoran las 4 horas y 14 minutos de mi último maratón... mucho mejor.  Mi entrenamiento esta vez se vio interrumpido un mes por un viaje, esto seguro que me pasará factura. Si tengo que darle una puntuación a mi entrenamiento para esta maratón me pondría un 6 en lo físico y un 10 en lo psicológico y, teniendo en cuenta que correr un maratón es un 70% mental y un 30% físico, creo merece intentarlo.


Salimos de casa con Luján, Guille y Laurita el sábado a las 6:30 de la mañana, en la ruta nos encontramos con Sergio, con él habíamos planeado correr juntos lo más que podamos, era su primer maratón al igual que Luján, que este maratón lo corría por una promesa por el papá que estaba muy enfermo. Llegamos a Buenos Aires al mediodía, nos encontramos con Hugo y Fernando, almorzamos y nos fuimos a retirar el kidt y a dormir una siesta ya que teníamos que estar descansados para mañana, y los 500 km del viaje nos habían cansado un poco. Nos levantamos y cenamos unas pastas; en la cena se habló de cómo haríamosla carrera, con Sergio la correríamos juntos hasta donde nos dé; Lujan la tomaría con el mayor de los respetos; Nicolás la acompañaría; Fer, Hugo y los demás a bajar sus tiempos. Todos teníamos nuestras propias metas, pero un objetivo en común: terminarla, tratar de dejar todo en esas calles, de poder vencer la fatiga y las ganas de parar que los 42 km te mandan.


A las 22:00 nos fuimos al hotel, preparé toda mi ropa para mañana, vino Fernando con Hugo a darnos unas palabras de aliento y desearnos lo mejor para todos, estuvo muy emotivo, nos hizo muy bien, a las 23:00 ya estabamos descansando. Tronó y llovió toda la noche. Me levanté a las 4:00 a tomar mi ración de gainer y barra proteica, había que cargar los tanques a "full" para la carrera. Me volví a acostar hasta las 5:15 que ahí sí nos levantamos y fuimos a desayunar para seguir cargando el tanque para lo que iba a ser “un desafío mas”...


Llovía mucho, pero nada nos hacía pensar que esa lluvia iba a frenar nuestras ganas de lograr nuestro objetivo. En la mesa desayunando estábamos Guillermo que corría 8 km, Laurita que iba a asistirnos, Fernando el más prometedor de todos nosotros, Huguito y Luji, ella iba a debutar en los 42 km por una promesa muy especial: su papa. En la largada nos encontraríamos con los demás: Nicolás, Sergio, Horacio y Walter. Terminamos de desayunar y cada uno a su habitación a terminar de prepararse. Tuve varios mensajes de aliento en mi teléfono, de Luis Merlo, Mario Mellano, Pablo, mis sobrinos y algunos más que fueron muy oportunos. Mi mamá que, como de costumbre me llamaba a cada rato para ver como andábamos, se extrañaba el llamado de mi tío que antes siempre lo hacía y que seguro ahí estarÍa. En fin, seguí con los preparativos, me puse bastante vaselina por todo el cuerpo, preparé mis geles, zapatillas, el ipod, mi chip... bueno, todo lo que necesitaba. Ya estábamos listos con Lujan, ella me puso mi número, agarramos algunos abrigos para después de la competencia y listo. Bajamos al lobby del hotel y nos juntamos con los chicos, salimos a pedir un taxi, seguía lloviendo, pero de una manera muy suave, casi como una bendición, la tormenta se había tranquilizado como dando lugar a los corredores a cumplir su objetivo. Tuvimos que bajar del taxi unas 5 cuadras antes del estadio, el tránsito estaba totalmente cortado, así que seguimos caminando bajo la llovizna, me sonó el celular, pensé: "¿Quien podrá ser a esta hora?" Las 6:20 y era Melina y Alejandro, desde Necochea, para desearnos mucha suerte, ellos también nos ponían mucha pila para poder lograr nuestro desafío. Alejandro casi la corre, pero no pudo, me emocioné un poco al hablar con ellos y sin que se dieran cuenta me despedí y le pase el teléfono a Luján para que los saludara. Llegamos al estadio de River, nos pusimos debajo de una estación de servicio para cobijarnos de la llovizna que no paraba, nos encontramos con Sergio, su sobrino y su papá, nos sacamos unas fotos, Huguito se olvido el chip y tuvo que volver a buscarlo en taxi al hotel, pasó muchos nervios, pero llegó a tiempo.


Ya faltaban 15 minutos para las 7:00, nos saludamos, nos deseamos suerte, nos sacamos fotos y caminamos para la largada, había miles de personas (8000 aproximadamente), así que con Luján caminamos juntos para poder largar lo más juntos posibles, aunque sabíamos que a los pocos metros nos íbamos a separar debido a la diferencia que tenemos. Yo la correría con Sergio, ésa era la intención, acompañarnos hasta que alguno de los dos se separase, debido a la diferencia que podamos tener entre nosotros, este día en esta carrera tan especial y distinta a otras. Nos dimos un beso en la frente con Luján, el de cábala y aprovechamos una camionetita que se habría paso entre los corredores para ir un poco más adelante, lo suficiente para no molestar a nadie y que tampoco nos molesten a nosotros, estaríamos a 50 metros de la largada.


Y bueno, ahí estaba todo, los nervios, muchas cosas pasaron por mi cabeza, mis viejos, mi tío, mis sobrinos, el papá de Luján, mis amigos, los entrenamientos, pensé mucho en cómo le iría a Lujan y a Sergio en su primera maratón, a Nicolás con su lesión y algunas cosas más que me las reservo y me las guardo para mí.


Sonó el disparo de largada... y ahí estábamos ya, en plena competencia, Laurita nos sacó una foto en la largada, íbamos con Luján y Sergio, a los 50 metros le dije suerte a Luji y la dejé atrás con su tranco suave pero firme, seguro y terco, le tenía una fe ciega, distinto a muchos que pensaban que jamás llegaría, Nicolás iría con ella. Más adelante iría Fernando, Hugo y los demás chicos de Necochea.


Pasamos el km 5 y todavía apenas el cuerpo comenzaba a tomar temperatura. Habíamos empezado muy rápido para lo que tenía pensado, mi reloj marcaba 5:10 minutos, debería regularlo o si no el maratón podía llegar a pasar factura. Pero seguimos así, no logramos bajar el ritmo. En el 10 sentí que mi cuerpo se estaba hermanando con el asfalto de la capital, llevábamos 52 minutos de carrera, tenía muy presente la carta que leí de Internet de Adrián, un mexicano que había corrido los 42 km y volcó tan bien su experiencia en una carta, a mi me ayudó mucho. Ojalá que la mía sirva, aunque sólo sea a una persona ya me sería más que suficiente.


Con Sergio hacíamos algunos comentarios, pero no muchos, yo iba con mi ipod, muy en mí mismo, con todo el respeto que me merecen los 42,195 km. Pasamos por el obelisco, y en el km 15, aproximadamente, Sergio se paró a acomodarse una molestia en las medias, yo sigo, al rato me alcanza y seguimos juntos. Pasamos por la cancha de Boca, debido a la lluvia era muy poca la gente que había y nos alentaba. Noté que Sergio venía con un tranco un poco más lento, yo me estaba separando metro a metro de él.


Llegué a la mitad del maratón y obviamente miré mi tiempo e iban 1 hora y 51 minutos. Sabía que ese tiempo me iba a pasar factura en los últimos km, pasamos por toda la boca y llegamos a Puerto Madero, en un retome miré y vi a Sergio que iba unos 500 metros atrás, le hice seña alentándolo para que siguiera así, luego pasé por Dársena Norte y ahí, ya en el km 27, la cosa se iba “poniendo linda”, pensaba en Luján, Nicolás y Sergio, en cómo les estaría yendo. Empezábamos a pelear contra el viento en contra de la interminable costanera, muy poca gente alentando en la avenida debido al mal tiempo, pero me sentía muy bien, muy entero, psicológicamente 10 puntos, físicamente 8.


Llegué al 30, el famoso y tan temido “muro”, si bien mi ritmo había bajado a 5:30 el muro nunca me pegó, nada me hacía detener, en todos los puestos de agua, frutas y gatorade me refrescaba, pero jamás paré, alenté a algunos que paraban y se los veía con caras exaustas y con ganas de abandonar. Iba algo cansado con 2 horas y 50 minutos de carrera, pero muy convencido de que lo lograría.


En el km 33 tuve un aviso de calambre en un gemelo, pero muy leve. Intenté seguir a un par de chicos que me pasaron, pero me di cuenta que no sería conveniente para mis reservas, así que seguí con mi constante paso que ahora sería de 5:40.


En el km 35 ya empecé a buscar a Guillermo, que me dijo que me iba a salir al encuentro, pero encontré al sobrino de Sergio, él no me había visto, así que le grité y le dije que fuese a buscar a Sergio, que lo necesitaba más que yo, 3 km más atrás el muro le había pegado y estaba luchando sin darle tregua.

Llegué al 37 y me encontré con el retome más largo, viento en contra y lluvia. Nada de gente alentando, sólo corredores que a esas alturas íbamos todos a un ritmo lento pero constante. En todo el retome fui buscando a Sergio y no lo vi.


Y pasé el 39, me parecía mentira pensar que sólo faltaban 3 km. ¿Qué son 3 km en un entrenamiento?... Pero cada km parecen 10, y ya llegó el 40, miré el cartel y me fue imposible contener la emoción, me pasó una liebre de las 3 horas y 50 minutos, intenté prenderme, pero sólo lo pude seguir unos 300 metros y se me escaparon, igual estaba más que feliz de saber que apenas faltaban unos pocos km. Ya veía el estadio, el puente, mis piernas me dolían y tenía una sensación de calambre en el gemelo. Miré mi reloj y me decía 3 horas y 50 minutos, todo indicaba que iba a bajar las 4 horas. Llegué al puente y lo subí muy despacio, pero sin dejar de trotar y ya arriba del puente, faltando 800 metros para llegar, estaban Guillermo y Laurita esperándome... Otra vez me emocioné y él me acompañó los últimos metros, aceleré el paso para poder llegar antes de las 4 horas.


Entré al estadio y eso fue como tocar el Cielo con las manos... Faltaban sólamente 200 metros sobre la pista de atletismo... Se veía el arco de llegada y Guillermo iba a mi lado... Crucé la meta (3 horas y 58 minutos) y me fue imposible no abrazarme a Guillermo y romper en llanto. Muchas cosas se me vinieron a la cabeza, pero ahora lo único que quería era salir del estadio para ver llegar a Sergio y Luján. Guillermo me ayudó a sacarme el chip, me dolían las piernas, pero la alegría era tan grande que los dolores eran placenteros. Llamé por teléfono a mis viejos (como siempre hago después de una carrera), para tranquilizarlos de que todo había terminado bien.


Me empecé a abrigar en la puerta del estadio cuando sentí que uno me grita y era Sergio que también estaba llegando, lo hizo 30 minutos detrás de mí, le había puesto mucha garra en su primer maratón. Salimos con Guillermo y Laurita en busca de Luján y gran sorpresa nos llevamos cuando vemos que ella nos grita, estaba llegando por el puente, mucho antes de lo que nosotros esperábamos. Venía rebién así que le gritamos, la acompañamos, yo tuve que cortar camino para estar en la llegada mis piernas se habían enfriado y casi no podía trotar, cuando cruzo la meta (4 horas 38 minutos) nos abrazamos y lloramos juntos... La promesa de ella estaba cumplida. Increíblemente estaba muy entera y con una alegría que se le reflejaba en todo su rostro. Le ayudé a sacarse el chip y cambiarlo por la medalla y remera, llegó también Nicolás pudiendo terminar a pesar de su lesión. Todos habíamos cumplido el objetivo de correr los tan legendarios y misteriosos 42 km. Salimos del estadio, nos sacamos fotos y empezamos a caminar todos juntos en busca de un taxi que nos llevara al hotel. A todos nos había ido bien, todos logramos nuestros objetivos.


Primero quiero pedir disculpas por mi pobre narración y también quiero agradecer a mis viejos por estar siempre; a Luján por su apoyo incondicional en todas mis carreras; a todos los que me llamaron y mandaron mensajes de aliento; a mi tío que siempre está y estará en mis pensamientos vaya donde vaya; a Sergio por ser mi compañero hasta casi la mitad de nuestro maratón; a Guillermo y Laurita por el apoyo durante la carrera; a Fernando por los consejos y el acompañamiento en algunos entrenamientos; y a Nicolás; Hugo T; Hugo M.; Julio; Horacio; Walter y demás amigos que corrieron o estuvieron presentes este día, por compartir con nosotros todo esta magia que tiene “el maratón”. Vale la pena intentarlo.


Sergio Tatulli, Maratón de Buenos Aires 2006, Argentina.



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