Maratón de Luján

Aunque muchos al leerlo puedan pensar que esto es una locura, algo que pasó hace casi 17 años atrás tiene que ver con que yo haya logrado correr mi primer maratón: los inalcanzables 42 km, los imposibles 42,195 km.
Conocí a Sergio allá por el 89, poco después de conocerlo él corrió su primer maratón y fue algo más que importante, la sufrió, la aguantó y la terminó. Yo, con mis apenas 16 años me conciencié mucho con lo que esto significaba, con lo duro que era, con lo que se sufría, y les aseguro... muchas, pero muchas cosas más...
  Nadie en ese momento estaba más lejos de correr algo parecido, ni siquiera de correr, pero los años pasaron, y obvio que casi me crié al lado de alguien para el que correr era cosa de todos los días. De a poco fui incursionando en el tema, recuerdo las primeras salidas... fueron sola, desde mi casa, en el campo, durante varios años la meta en cada salida a correr era de 30 minutos. Recuerdo que lo más osado en esos tiempos lo hice con Sergio, fue correr desde la casa de él hasta la mía (7 km), para mí era una locura, nunca había corrido tanto, pero lo logramos... muy suave, pero llegamos. Pensando esto, qué lejos tan solo sería pensar en 42 km.


Los años pasaron y si bien siempre fui al gimnasio y corría un poco... siempre con la voz de Sergio que me decía: "Dale, salimos un ratito, después te vas a sentir muy bien". Recién en el año 2005 comencé el gimnasio seriamente y a entrenar con Fernando. Durante 2 años entrené cada día seriamente, con disciplina y con ganas. Obviamente, traté de hacer las cosas bien, o al menos, lo mejor que pude, tanto en el gimnasio como en la mesa, y la verdad es que vi los resultados. Para mí fue todo un logro.
  Ese año (2005) Sergio corre en octubre su segundo maratón, en Buenos Aires, toda una fiesta que, como seguro sabrán ustedes, contagia las ganas de estar ahí. Mi mirada era ya muy distinta a la de 17 años atrás, ya me sentía mucho más cerca de todo ese mundo del running, muy modestamente, pero yo tenía lo mío logrado también. Aparejado con el trabajo del gimnasio debía incluir los famosos aeróbicos... ¡Mmm!¡A veces odiados! Pero de a poco me fui amigando a las horas en bici del gym y a las salidas organizadas a correr. Esto cada vez se iba haciendo más carne, ya mis 30 minutos de siempre se fueron transformando en 50 minutos... 1 hora... más tarde un circuito que tenemos de 15 km y la verdad es que me daba cuenta de que después de un buen rato era asombroso lo bien que me sentía corriendo.


A principios del 2006 estaba todo dado para que me animara a mi primera media maratón, y así fue que de la mano de Fer la preparamos y... salió bien, 21 km y de aventura, siempre corriendo suave, teniendo en cuenta que siempre llevo conmigo un problema genético de rodilla que con mucha carga de trabajo siempre comienza a doler, pero llegué: 2:08 horas, para mí fue más que un logro. Esta carrera me llenó de ganas de más y así fue que todavía con la euforia de los 42 de Sergio, que esta vez no habían sido tan sufridos como los anteriores, pero si muy respetados, se me encendió la llamita de intentar imaginar tan sólo la posibilidad de un maratón. Así fue que lo hablé con Fer y todo apuntaba a empezar a entrenar para aquel fin. En esos meses mi rodilla sufría de dolores muy fuertes, hasta que consulte a un especialista y sencillamente me dijo que mis rodillas no aguantarían un entrenamiento tan duro como es el que se hace para correr 42 km. Mi ganas, mi ánimo, todo estaba por el piso. Si bien quería correr la maratón tampoco quería romper mis piernas, era todo un dilema. Por lo pronto seguí entrenando duro, muy duro, en el gimnasio. Nunca dejé de hacerlo, sabía que mis entrenamientos eran casi impecables, les ponía lo mejor de mí, aunque la idea de correr estaba cada vez más lejos. Sergio incansablemente me alentaba, me decía que sí, que yo podía, que la hiciera despacio, que no lo dejara pasar.
  Faltando 40 días para el 29 de octubre, fecha que no creo poder olvidar jamás y que me llena de orgullo, nos enteramos que mi papá está bastante complicado de salud. Todo esto me movilizó y me hizo hacer la gran promesa de que correría los 42,195 km, lo haría por él y por mí, por lograrlo, si yo podía hacerlo él también podría zafarse de lo suyo. Así es que como algo sin sentido y muy loco me lo propuse, solo debía llegar... ésa era la meta.
  Así es que un día que fui a Mar del Plata y sin pensarlo mucho más, me anoté y... sí mi cabeza ya estaba imaginando los 42. Al principio fue un secreto entre Ser y yo, no quise decirle a nadie que la correría, en realidad era una locura, tenía mucho gimnasio encima, pero no muchas horas corridas, si bien ahora había comenzado con más periodicidad y eso me intranquilizaba, sabía que no había corrido lo suficiente, aunque también sabia y confiaba al cien por cien en mi fuerza muscular, sabía que mis piernas, a pesar de la debilidad de mis rodillas, estaban a tope y, lo más importante, sentía que mi cabeza se había estado preparando durante casi 17 años para correr ésta MI PRIMERA MARATÓN. Sí, amigos, si supieran lo que me ayudó todo eso mientras corría, todo lo que Sergio me contó de su experiencia, de lo importante que es el factor psicológico, de proponérselo, de decir SÍ con la cabeza, cuando las piernas dicen NO y de tener claro que el cuerpo va a ir donde la cabeza lo mande.


Así fue que los días pasaron, le avisé a mi entrenador que correría, y puso el grito más allá del cielo y dijo que me rompería. También luego muchos conocidos de los que corren con exclamaciones como: "¿Vos vas a correr?". Y yo los miraba y pensaba... y tenía la certeza de que al menos mi cabeza estaba diez veces más fuerte que la de muchos de ellos para hacerlo.
  Así fue que llegó el gran día, llegamos a Buenos Aires el sábado en la mañana, dejamos todo en el hotel, nos reunimos con el resto de los chicos que también corrían y fuimos aalmorzar juntos. ¡Mmm! ¡Cuántos tallarines blancos comí entre ese almuerzo y cena! Lo cierto es que estaba yo ahí, entre corredores, algunos de mucho tiempo (creo que Sergio es el más antiguo en el tema), estaban Fernando, Nico, Huguito, Guille (que corría 8 km), Laurita que acompañaba... y la verdad es que el único que consideraba que lo correría era Sergio y por supuesto mis amigos Melina y Ale (ellos en Necochea), quienes también me dieron mucho aliento. Recuerdo siempre las palabras de Meli diciendo: "Le vas a demostrar a todos que podés". El resto casi no hacían mención, es más, durante esa comida y la de la noche escuché entre cargadas cosas como: "Llévate plata para volverte en remis", entre otras cosas, si, me lo decían con toda su picardía y el silencio de los demás completaba la poca confianza que me tenían. Igualmente esto en alguien muy terca como yo, cuando algo se propone, sólo daba más fuerzas para lograrlo. Sergio, como siempre, aportaba lo suyo dándome aliento, esa noche recuerdo que se sumaron Julio Rodríguez y Walter Martínez, a quien agradezco profundamente sus palabras, son personas experimentadas, corredores de hace mucho tiempo. Recuerdo que Julio muy sencillamente resumió la carrera de cada uno y de cómo debía ser tomada, es decir, que era muy personal, eso a pocas horas de largar cuenta, !!!! así que GRACIAS!!!!!


  Por fin llegó la noche. Yo tenía preparada mi ropa, creo que cuando me casé no deje todo tan ordenado, repasé una y otra vez, desde los pies hasta mi cabeza: todo estaba perfecto. Antes de dormir vino Fer y Hugo a saludarnos y desearnos suerte. Nos acostamos, pusimos los teléfonos para despertarnos tipo 4:00 para nuestra penúltima ración de comida, estaba convencida de que, aunque sin hambre, tenía que comer ése era mi combustible. Así fue que a esa hora y medio dormida, tomé mi batido de gainner.
  Dos horas más tarde nos levantamos y nos reunimos todos para desayunar, yo había llevado mi propio dulce de membrillo, estuvimos ahí unos pocos minutos y cada cual subió a sus habitaciones para ultimar los detalles y volver a bajar pronto a tomar el taxi. Si bien la lluvia había sido incesante toda la noche, con rayos y todo, a esa hora nos estaba dando una tregua, era casi una lluvia de bendición. Subimos al taxi ya todos un poco nerviosos, recuerdo que el tachero conocía nuestra ciudad, así que su charla hizo que me tranquilizara ya que me tuve que poner a pensar en algunos apellidos y direcciones, qué sé yo, pero bueno, se pasó el rato que viajamos y al menos no con tanto nervio. Bajamos un par de cuadras antes del estadio, ya estaba todo cortado, como llovía nos cobijamos bajo el techo de una Shell, ahí fuimos al baño, Huguito volvió al hotel ya que olvidó su chip (regresó con muchísimos nervios, pero a tiempo para largar), sacamos fotos, nos encontramos con Sergio Nicolás, su papá y sobrino (que corría los 8), así que aprovechamos y todos salimos en la foto. Sin escuchar nada comenzamos a ver que la gente se empezó a movilizar, era la señal, todos se desplazaban hacia la largada: la hora había llegado. No entiendo por qué ya no estaba nerviosa, creo que toda la paz de mi papá y su carácter increíble, ahora estaban dentro mío, me sentía casi igual que en un entrenamiento, sí, en aquellos viejos trotes de 30 minutos.
  Con Sergio nos despedimos de todos y deseamos suerte, empezamos a abrirnos de los demás, menos de nosotros, eso lo haríamos cuando ya no quedara otro remedio. Encontramos una camioneta que abría paso entre los corredores ya que filmaba y atrás nos metimos como para llegar más cerca de la largada, siempre juntos, si bien más atrás nos habíamos dado nuestro beso en la frente, ése mismo que me da cada vez que tiene un examen, o cada vez que algo me tiene que salir bien. Esta vez nada tenía que salir mejor o peor, sólo tenía que salir, de la forma que fuera.


Así fue que ya a los apurones repetimos la cábala y se sintió el disparo de largada. Corrimos apenas 20 metros, me gritó lo de siempre: "Hacé tu tranco... tranquila". Yo le dije:"¡Síííí, andá tranquilo; suerte!". Y comencé a irme para uno de los costados, no quería molestar a nadie, así fue que de a poco me acomodé entre la calle y el cordón, si bien llevaba mi ipod no quería encenderlo, por ahora quería disfrutar de todo eso que veía y escuchaba, como alguien que gritó un poco más atrás: "¡Vamos river!" (recuerden que estábamos fuera de la cancha); otro gritó: "¡...Uuuhuh Boca!"; y un tercero, que me llenó de emoción, dijo: "¿¡Por qué no ARGENTINA CARAJO!?". Esas cosas no me las quería perder con la música. Mi paso era por demás controlado, cuando agarramos Libertador una mujer Uruguaya me comenzó hablar, me contó que era su primer maratón, que su entrenador le había “pronosticado” 5 horas y me consultaba qué me parecía, si tomaba o no las pastillas de glucoten, yo le pregunté por los geles, si no tomaba, me dijo que no, que una vez le habían caído mal y no probó de nuevo, yo obvio que no le dije nada, pero para mi forma de ver las cosas era terrible que esa mujer no comiera nada en toda la carrera, aunque por supuesto le dije que si tenia las pastillas probara chupándolas despacio, controlando que no le hagan mal, no era momento de decir: "¿Cómo no vas a comer?".
  Más adelante nos encontramos con Nico al hacer un par de km, seria el 15 más o menos, le comenté: "Me duele una parte del pie y la rodilla la siento..." Automáticamente me dije: NO HAY DOLOR, y les juro que me lo propuse, no pensaría más en eso, sin querer iba evaluando mis rodillas cada km y eso me provocaba encontrar dolores de todo tipo, ése era por ahora mi único miedo y mi gran preocupación, mis rodillas, si resistirían o no.
  Más o menos en el 16, Nico me dice: "No puedo más, tengo que ir al baño". Así que entró en una confitería, en la esquina de Libertador y yo seguí y sentí ganas de hacer pis, era psicológico y casi para aprovechar el tiempo que Nico estaría en el baño entré un poco más adelante en una estación. Muy, muy rápido salí otra vez, un par de km más adelante Nico me alcanza y seguimos juntos. Hasta ahí era todo una fiesta, yo seguía sin encender mi música, quería dejarla como recurso para cuando me sintiera cansada. Con Nico pasamos por la Boca, haciéndonos cargadas, ya que él es de Boca y yo de River. Pasamos el estadio y un poco más adelante se largó a llover suave, pero molestaba un poco. Justo abajo del puente de la boca alcancé otra vez a la uruguaya y la pasé, iba bien, con otra chica corriendo. Más adelante me tomé unas pastillas que tenía para la inflamación de mi rodilla.
  Seguíamos con Nico, firmes Un poco más adelante, no mucho, llegamos a la mitad. Sí, pasamos los 21 km, ya llevábamos 2:21 horas de carrera, y lo cierto era que me sentía genial. Esto me daba más que energías, mis rodillas me estaban acompañando como nunca. Seguimos y en el 24 Nico me dice que tiene un tirón en la pierna, caminamos 50 metros juntos y lo aliento, le digo que se reponga y que siga, yo sigo corriendo, un poco más adelante me vuelve a alcanzar y corremos un poco más, hasta que me dice que está mal, que le duele y para, yo sigo, le digo que se fije, que siga más despacio, pero su lesión podía estar dejándolo afuera.
  Ya estancamos en la zona de Puerto Madero, donde hay un retome. Mi cabeza había repetido mil veces que esos retomes “satánicos” no me tenían que hacer mal. Una Toyota con un hombre alto de bigotes, con piloto amarillo, aparecía cada dos o tres km y me había identificado, me alentaba cada vez que pasaba, era lindo encontrarlo, yo le gritaba: "¡Todavía sigo!
  Así llegué a la avenida principal de Puerto Madero, un poco antes había puesto la música, me sentía bien, pero la había puesto para que el tiempo pasara más rápido. Justo por donde está Buquebus, escucho a alguien que le comenta a otro, que le dolía la nuca, pensé rápidamente que podía ser falta de comida, yo que llevaba mis geles y obviamente los iba tomando rigurosamente cada 9 km más o menos, le dije si quería uno, me lo agradeció y me dijo que había tomado una pastilla de glucosa recién. Seguí mi paso, suave y más firme que nunca.
  Estaba por el 28 y en mi cabeza sólo estaba esto el mito del muro... qué sentiría, pero sinceramente me sentía como un tren expreso que ningún muro detendría, que sería capaz de derrumbar cualquier obstáculo.
  Ya en el 29 el lugar estaba desolado, lluvia, viento en contra... Recuerdo una mujer en un puesto de agua, un poco antes que el 30, me dijo: "Nos vemos en la llegada". Y estas palabras tan simples, son verdaderamente una bendición cuando uno se encuentra en esas instancias. Vi al costado de la calle, en pleno km 30, un hombre abatido, pensé si eso sería el muro y con toda mi fuerza y energía, que por ahora no había perdido, le grite: "¡¡VAMOS, LO VAMOS A HACER MIERDA A ESTE MURO!! Al menos hasta donde vi empezó a correr, después lo perdí. En mi cabeza y justo acá, donde empezaba lo más difícil, estaban retumbando las palabras de Sergio, toda la experiencia que en tantos años me transmitió, en un momento también me dije a mí misma, mirando al cielo: "Papá, juntos estamos pasando esto, vos me estás llevando, no hay muro que valga. Y sentí esa emoción que se siente en la piel, sí, esa que te hace poner la piel de gallina. Y supe que justo ahí, donde se suponía que podía flaquear, me sentí más fuerte que nunca.
  Los kilómetros estaban marcados uno por uno, ahora ya íbamos paralelos al río. Encontré otra vez al de la Toyota, esta vez iba arriba de la camioneta, rodando lento al lado de nosotros, cuando pasó al lado mío me hizo seña con un cereal y me preguntó si lo quería, le di las gracias, yo tenia mis geles, salí muy bien provista de ellos, sabía que me ayudarían a mantenerme fuerte.


  Los km ahora pasaban lentos, cada cartel, tardaba más de lo previsto en llegar, había una lluvia suave. Recuerdo que pasé por un puesto de glucoten, pero lo obvié, más adelante, una combi llena de policías de prefectura se puso al lado mío y miraban desde el interior. Cada cosa que ocurría me entretenía, al menos por unos segundos y valía. Seguíamos al lado del río, pasé un puesto de agua y otro de fruta, debo aclarar que no dejé pasar ninguno, al menos un sorbo. Ahí cerca, pasé un puesto de geles y, aunque no era de los que yo consumía lo agarré igual; a mí me quedaba solo uno.
  En el km 37 o así, de la nada apareció un chico, el corredor 2245, inscrito en los 8 km, pero corrió los 42, si alguien sabe de él me gustaría contactarlo, me dijo: "Vamos casi iguales, sigamos juntos". Él me había visto ya hacía un rato, apagué mi música y comenzamos a charlar, me preguntó mi nombre, de dónde era, le conté de las pocas horas corridas que tenía, que lo mío era sólo gimnasio, que no muchos me tenían confianza... Él me contó que era entrenador y al poco andar ya empezamos a ver el estadio, aunque todavía estábamos muy lejos, en realidad estábamos en el 38, sóo faltaban 4 km, pero a esa altura de la carrera era una eternidad. Yo miré mi reloj y si al menos todo seguía igual mi tiempo sería mucho, pero mucho menos al imaginado, sííí, al menos menos de una hora de lo que pensaba tardar, realmente no podía creer estar ahí y bien. Sentía una de mis uñas, sabía que algo estaba pasando, me chocaba con la zapatilla y me dolía, pero nada grave, seguimos la marcha, hicimos un chiste con alguien del que hablaban otros, decían: "¿Y Pichu? ¡Noooo, Pichu ya llegó! Yo bromeaba diciendo qué bueno debía ser Pichu. De ahí nos metimos a unas calles angostas donde había un retome, mi paso era firme, Juan, mi nuevo compañero, me dijo: "Afloja, mira que nos falta todavía". Cuando comenzamos la ida del retome, le dije si quería el gel que había agarrado por si las dudas, como sabiendo que me encontraría con alguien que lo necesitara, me dijo que sí y me quiso dar la mitad, pero la verdad, yo ya no podía tragar más nada. Ese retome fue tremendo, una vez llegado al final y comenzar la vuelta era duro ver a los que venían parecía una toma de la película los muertos vivos, sí, parece exagerado, pero deberían haberlo visto y seguramente lo compartirían conmigo.
Llegamos al último puesto de agua, el estadio se veía tan cerca... La emoción que sentía era inexplicable, sólo un poco más allá del puesto de agua, que obviamente respeté, ya casi por cábala, estaba ese cartel, ese bendito cartel que marcaba que estábamos pasando por el km 41. Con mi compañero hablábamos como si toda la carrera la hubiésemos hecho juntos, casi como de habernos conocido de toda la vida, él tuvo que aflojar un poco y se lo agradezco mi emoción me hizo apurar y podía pagarlo con un calambre o Dios sabe con qué.
  Al pasar el 41 vimos un hombre al costado de la calle que no podía seguir, sus piernas estaban paralizadas, yo pensaba, Dios mío tan cerca y no poder llegar. Comenzamos a ver el puente, y con el una subida terrible, para ser el 41,500 Yo le dije: "La subida la camino". Tenía terror que mi rodilla después de tanta paliza, en una loma, que es lo que más me cuesta me dijeran basta. Así fue que la caminaba y corría muy, muy, muy lento... y Juan ahí, a mi lado. Le dije: "Dale, seguí..." Dijo: "Seguimos juntos". Mi emoción cada vez era más fuerte, me imaginaba la cara de Sergio cuando me viera tan pronto, en un tiempo que no era lógico para mí. Arriba del puente estaba Sergio, Guille, Laurita y el sobrino de Sergio. Yo los vi primero, claro, ni siquiera estaban mirando, supuestamente faltaba mucho para que yo llegara. Les grité: "¡¡kekiiii!!". Y levanté mi mano, mi corazón se aceleró tanto que sentía que me quedaba sin aire, algo que no sentí en toda la carrera. ¡Era solo la emoción! Seguimos firmes con Juan, Sergio cortó camino para entrar al estadio y poder esperarme en la llegada. Laurita nos sacó unas fotos, yo le dije, sácame con mi compañero, Guille corrió al lado nuestro, bajamos el puente, corrimos un poco más, otro retome corto, pero éste ni lo sentimos, la emoción era tan grande.


La pista de atletismo del estadio nos esperaba. Alguien gritó: "250 metros nada más". Pasamos por unas entradas, por fin la del estadio, el corazón se me salía del pecho al pisar la pista, ver la gente que esperaba, los fotógrafos... y ese cartel, increíble y esperado, tan lejano a las 7 de la mañana. Y después de 4:39 minutos de carrera pasé por la línea de llegada que decía que mi sueño, mi tan imposible sueño, se había cumplido.
  Llegué directamente a los brazos de Sergio, nos abrazamos, lloramos juntos, lo único que le decía era: "Pude kekito, pude". A lo que él me respondía y repetía: "¿Viste que podías, viste que podías? ¡Qué bien loca, qué bien, es increíble el tiempo que metiste y lo bien que estas!". Ésas eran sus palabras y me llenaron de orgullo, también estaba Fernando quien me felicito, Guille, Hugo Mholler, que desde más lejos nos sacó una foto muy linda a Sergio y a mí. Le presenté a Sergio a mi compañero de los últimos km, Juan, debo decir y aunque esto parezca un poco místico que la aparición de este chico que más tarde desapareció y lamentablemente no me quedó ninguna dirección, ni contacto, fue casi como la de un ángel, se que me acompañó en el momento quizá más difícil de la carrera y a vos Juan, donde sea que estés: "¡¡GRACIAS!!".


Después de ahí Sergio me sacó el chip y caminamos hasta donde daban las remeras, así fue que juntos caminamos hasta ahí y salimos ya del estadio por el otro lado. Nico todavía no había llegado, no sabíamos qué había pasado con él. Más tarde lo hizo, le había puesto mucha garra y al menos pudo completarla pese a su lesión.
  Salimos, nos sacamos las fotos de rutina, orgullosos con nuestras medallas y despacio fuimos en busca de un taxi que nos levara de regreso al hotel. Almorzamos todos juntos y ya del mismo restaurante salimos rumbo a Necochea. Llamé a Meli, para contarle, su alegría era casi como la mía, lo primero que me dijo fue: "Cómo le tapaste la boca a todos".
  Debo agradecer a Sergio por haber tenido tanta confianza en mí y más que nada por habérmela transmitido para que yo me sintiera fuerte y capaz de lograrlo. A mis amigos (los que me apoyaron), a Juan, ese muchacho de Buenos Aires que apareció como una bendición y hoy me pregunto cómo hubiesen sido esos últimos km sin una compañía. A Nico, por todos esos km que hicimos juntos. A mi viejo, porque fue por él que me comprometí hacerlo y si bien yo lo logré y él no... hoy desde el Cielo sabe lo que me ayudó a terminar los tan temibles 42, los míticos 42,195 km, en una palabra a cumplir mi sueño... Y déjenme terminar con una frase que no es mía, pero sí aplicable a todos los que hemos podido cumplir este sueño del maratón:

¡¡¡El dolor es temporal, el orgullo, para siempre!!! ¡¡¡Si yo pude... vos también!!!


María Luján Echaves (33 años)
Necochea/Pcia.Bs.As./Rep. Argentina




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